¿Cómo conseguir que los aceros sean más resistentes con el tratamiento térmico? 

Casi todas las piezas de acero utilizadas en la vida cotidiana se han sometido a un tratamiento de endurecimiento o funcionalización de la superficie.

La dureza y resistencia a la corrosión y al desgaste de un acero dependen principalmente de:

• su contenido en carbono, su composición química (acero de baja aleación, si la presencia de elementos de aleación tales como níquel, cromo, molibdeno y vanadio es inferior al 5 %, o aleación alta, si es superior),
• y su estructura cristalina.

¿Cómo conseguir un acero más resistente?

Independientemente del tipo de acero, los tratamientos termoquímicos a alta temperatura permiten reforzar la parte externa de una pieza y obtener mejores propiedades superficiales en comparación con las propiedades del núcleo.
Actúan exclusivamente sobre la estructura fisicoquímica de las capas superficiales de la pieza metálica enriqueciéndola con carbono o nitrógeno. Mejoran las fases cristalinas y estructurales sin modificar la parte interna de la pieza.

Un tratamiento termoquímico como la nitruración o la cementación aporta los diversos elementos de aleación (carbono y nitrógeno atómicos) a través del gas: la pieza se calienta en una atmósfera reactiva rica en carbono (C) y nitrógeno (N₂).
Durante la fase de mantenimiento de la temperatura, los componentes atómicos C y N₂ se difunden en las primeras capas del acero (máx. 1 mm) y crean una capa metálica con características químicas diferentes del metal de base.
El temple rápido a menudo se lleva a cabo para enfriar e inmovilizar los átomos en el material y obtener la composición estructural deseada.
El efecto del enfriamiento rápido puede generar fragilidades características en el material, por lo que se aplica un proceso de revenido en una atmósfera neutra y a una temperatura más baja para eliminar estas tensiones internas no deseadas.